lunes, 14 de diciembre de 2009

Manfred Sommer




Un articulo de opinión sobre Manfred Sommer que hice para el fancine NO ME JODAS PEREZ del amigo Grego Lorente. Mi dibujo corresponde a un homenaje que se le hizo años ha en Cartagena.

De un hijo adoptivo.

Pueblerino como soy, siempre me pareció muy exótico lo de Manfred Sommer, el nombre digo, y ya puestos y aunque no venga a cuento, hasta su peripecia vital se me antoja metáfora de estos tiempos revueltos y de mestizaje que nos ha tocado vivir. De ascendencia alemana, vino a nacer en san Sebastián, vivió su infancia en Cataluña, parte de su juventud en París y Bruxelas, arribó de nuevo a Barcelona y pasó sus últimos años en tierras murcianas. Denominación de origen de tantos ilustres viñeteros.

Confeso bebedor de los clásicos americanos, tuvo el privilegió de mirar por encima del hombro a Don Jesús Blasco, uno de nuestros mejores clásicos, sino el mejor. Entiéndase. Como es sabido Sommer de chico frecuentaba la casa de los Blasco y asistía de voyeur al trabajo de Jesús. Todo un master que se diría hoy.

Sea como fuere, pasados los años, este autor fajado en la pintura, el portadísmo y hasta la animación, brilló con luz propia en aquella hornada de los 80. En aquel boom del cómic que se decía y aún dicen. Merced a un sólido empaque técnico, pero sobretodo a ese plus de compromiso que sudaban sus historias. Sin florituras, con un trazo áspero pero preciso, con una estudiada y documentada puesta en escena y la honradez del que cuenta su verdad, Sommer dejó acuñado su paso por la historieta. Cuesta creer que el primer álbum de Frank Cappa, su personaje señero, tuviera que pagárselo de su bolsillo, pero así son las cosas en este país.

En lo personal me gustaría señalar que conocí antes a su hijo Alfredo que a él, hace muchos años, en un salón del comic. Creo que en Barcelona. Y no hace tantos, en el Salón de La Massana de Andorra, tuve la oportunidad de conocer al padre.

En charla informal y relajada pude escuchar de primera mano retazos de su andadura vital, de los momentos gozosos y como no de los sinsabores, que haberlos ahílos generosamente en esta profesión.

Me pareció un hombre sencillo y agradable. Con un poso de escepticismo evidente pero que no aireaba.

En el discurrir de aquella charla, le pedí un dibujo a lo que accedió si en contrapartida yo le hacía otro y argumentando que había hecho muchos, pero a él no le habían dedicado ninguno. De manera que igual soy de los pocos o el único que le dedicó un dibujito al maestro.

Pude observar, sin duda fruto de una salud ya tocada, que su pulso estaba muy mermado. No obstante, aunque con trazos cortos, se podía adivinar una perfecta visión de conjunto, haciendo bueno aquello de que donde hubo retuvo. Mírese el dibujo adjunto.

Desde un primer momento y con el asentimiento de su mujer, Arantxa, me hizo notar el gran parecido que aseguraba tenía con su hijo. Hasta el punto que en la dedicatoria me adoptó como tal. Yo encantado, claro.

Quedamos en vernos en su casa si aterrizábamos por Cartagena, y a fe mía que me hubiera gustado. Ya no podrá ser, pero siempre nos quedará Frank Cappa, donde juraría que hay mucho y bueno de Manfred Sommer, artista y hombre.

Un abrazo, maestro.

Paco Nájera

1 comentarios:

JM Beltrán dijo...

Que entrada más emotiva, me ha gustado mucho.
Y el intercambio de dibujos dedicados es también un gran momento. Que privilegio.