Hace unas semanas, una perrita que formó parte de la familia durante 11 años se nos fue.
Se llamaba Luna.
Es increíble que un animal pueda suscitar tal cúmulo de sentimientos y su pérdida resultar tan dolorosa.
No era una perra de raza, era lo que se llama vulgarmente un chucho. A pesar de eso, o tal vez por eso, era lista y bonita como ella sola. Muy ladradora eso si, con una especial inquina por el cartero, miedica a mas no poder con el sonido de los cohetes, petardos o las tormentas…
Durante estos años estaba siempre conmigo mientras trabajaba, echada, sin molestar o a lo mas se acercaba de vez en cuando demandando una caricia.
Echaré de menos esa compañía, su saludo mañanero cuando venia a la cama, sus saltos y ladridos a los pájaros y a las salamanquesas, sus posturas de contorsionista cuando dormitaba, su oído finísimo desde el otro extremo de la casa cuando abría una bolsa de salchichas y venia a demandar su parte... Y hasta los pelos en el sofá, esos calcetines que me robaba y enterraba en macetas, su huida a la calle cuando en un descuido se quedaba la puerta entreabierta, su orejas aerodinámicas cuando la sacábamos de paseo, su cola que giraba a no se cuantas revoluciones por minuto...
Tal vez no somos muy distintos de los animales, o ellos no son muy distintos de nosotros, toda vez que en estos días, cuando ya estaba muy malita, solo quería compañía y cariño. Imagino que lo que cualquiera de nosotros querríamos y necesitaríamos en esas circunstancias.
Y como no, tambien humano es llorar su perdida y de justicia dejarle un roalico al sol en nuestros corazones.
Hasta luego, Luna.