domingo, 22 de septiembre de 2024

Mi linfoma y yo. 5 años y un día

 Mi linfoma y yo. 5 años y un día

Acabo de pasar el control semestral de Hematologia. Sin novedad en el frente. 
Publiqué en el pasado dos post con este título. Uno para informar de la detección del linfoma, véase, y otro para informar, meses más tarde, que terminaba la quimioterapia. El enésimo PET tac informaba que ya no se detectaba actividad tumoral alguna. Vease. Se pasaba a otra etapa. Esta que hoy cumple 5 años.
Para la mayoría quizá esa cifra de 5 años no les diga nada. Para los enfermos de cáncer 5 años es una fecha emblemática, es el umbral crítico donde, estadísticamente, se dan la mayoría de las recaídas. Lógicamente el pasar esa fecha en modo alguno garantiza nada, pero tiene mucho de simbología. Sabes que a medida que te alejas del epicentro la amenaza de recaída es menor.  Y sabes que esos 5 años lo has vivido mirando de reojo esa espada de Democles que pende sobre nuestras cabezas. No puedes evitar un cierto alivio. Máxime cuando yo me planteaba que la prórroga que se abría, tras la quimio, bienvenida sea, durara lo que durara.
Pasar ese umbral te crea una sensación muy extraña. Te alegra, como no, haber sobrevivido todo este tiempo, sin recaída, suma y sigue, pero no puedes evitar un regusto amargo al pensar en los que pasaron por algo parecido pero se apearon antes. Una criba aleatoria, exenta de méritos y deméritos. Ya saben aquello que dicen, que cuando hay una catástrofe, a los supervivientes les suele sobrevenir una suerte de sentimiento de culpabilidad. ¿Por que yo y no otros?
Paso a otra pantalla. Algo mas aliviado pero tengo siempre presente lo que me dijo un colega en estás lides, pero más veterano: cuando oyes la palabra cáncer y te dan la noticia la primera vez, es terrible. Pensar en el fin de recorrido al doblar la esquina y el miedo a lo desconocido es algo inédito, un vértigo y un estrés difícil de describir. Pero cuando hay recaída es mucho peor, te enfrentas de nuevo a ese miedo a lo desconocido y aún peor, el miedo a lo conocido.
Y ahí estamos. Esta experiencia cambió, creo que para siempre, mi perspectiva de todo. Me siento incapaz de hacer planes o proyecciones de futuro. Vivo cada día como si fuera el ultimo.  Porque a tenor de lo vivido, puede que lo sea. 
No todas las secuelas que me han quedado son negativas. Experimenté lo hermoso y emotivo de los abrazos y a día de hoy, confieso mi adicción a los mismos. Uno para ustedes.
Cuídense.

Un dibujito que hice para los profesionales de Hematologia, cortesia de dos enfermos de linfoma, Juan Rodríguez Ortega  y un servidor.